Mantenerse a la expectativa resulta inútil porque si bien el tiempo puede ayudar a quienes siguen la senda de la verdad, no puede permitir, por ejemplo, a un inválido caminar o correr.
Por eso, no hay que supeditar la propia vida a una esperanza colgada de la incertidumbre, lo cual no acarrea beneficio alguno.
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Efectivamente, tu presente inmediato, tu alma que está depositada en tu cuerpo, las circunstancias favorables o desfavorables que atravieses son los únicos factores que determinan tu futuro.
No hay cabida, por lo tanto, para la postergación y la expectativa.
Dice el Mensajero de Allah (la paz y las bendiciones de Allah sean sobre él): “Allah extiende Su mano durante la noche aceptando el arrepentimiento de las faltas cometidas durante el día; y extiende Su mano durante el día aceptando el arrepentimiento de las faltas cometidas durante la noche”.[1]]
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Cualquier dilación en el comienzo de la renovación de la propia vida y la mejora de la propia situación supone un empeño en que perduren la resignación y la vulnerabilidad ante el vicio y otras pasiones; es más, dicha actitud puede conllevar una grave degeneración, y ahí radica la gran calamidad. A este respecto, afirma el Profeta: “El arrepentido espera la clemencia de Allah, mientras que el ostentoso no espera sino el aborrecimiento. Sabed, siervos de Allah, que cada cual deberá responder de sus actos y no abandonará la vida sin haber constatado sus buenas y malas obras; y toda obra se juzga a partir de sus resultados. La noche y el día son monturas para viajar hacia la vida postrera; utilizadlos, pues, como es debido. No postergáis porque la muerte sobreviene súbitamente. No confiéis en la indulgencia de Allah, el Altísimo. Para el ser humano, el Infierno y el Paraíso se hallan a la misma distancia”.[2] Luego el Profeta recitó el siguiente versículo coránico: 7. Quien haya hecho el peso de un átomo de bien, lo verá. 8. Y quien haya hecho el peso de un átomo de mal, lo verá.[3]
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